Un Herida de Abandono

Alicia a los 12 años comenzó a recordar a un señor que la llevaba al parque, había veces que no se sentía perteneciente a la familia en la cual vivía. Sus amigas le repetían en varias ocasiones que no se parecía a sus hermanos. Comenzó a preguntar a su círculo cercano si alguien recordaba lo mismo que ella. Nadie le contestaba, le decían que eran sueños, que se había inventado en su cerebro.

Buscó en los álbumes de fotografía y se dio cuenta que de los 0 a los 4 años, al que le llamaba papá, no se encontraba en ninguna. Lo mejor fue cuando en una foto, la cual siempre había estado en un buro, se encontró sentada en la tercera fila en la boda de sus padres.

Eso rompió su confianza y su seguridad ante la vida. Siguió indagando hasta encontrar un día en el cajón de los documentos, el acta de adopción donde su padre biológico le entregaba los derechos al ahora su papá.

Nunca tuvo de que quejarse, la familia de su nuevo padre y él mismo, la aceptaron como verdaderamente perteneciente a su tribu. Pero en el momento de saber la verdad se alejó, comenzó a pensar el porque del abandono, se lleno de rencor y novelas en su cabeza. La etapa de adolescencia donde vienen sentimientos de odio al mundo, ella la llevo al doble.

En ningún lugar encontraba paz, en ningún grupo se sentía incluida. A pesar de haberse enterado de la verdadera historia años después, Alicia sigue refugiándose en la adolescente perdida, que cree que ninguna comunidad la acepta, donde su herida de abandono es reclamo constante mientras sigue tratando de hallar un lugar en su mundo.

Alicia se siguió enterando que en su familia hay muchos adoptados, algunos llevan el apellido de quien lo hizo, otros no. Ella se pregunta porque no le contaron la verdad, porque el cambio de apellido y un juicio, no lo comprende, vivió enojada años con el engaño.

Hoy tiene un hijo, se da cuenta que a su familia la movió el amor, lo mejor que pudieron hacer para ella. Sus pensamientos siguen buscando a la adolescente molesta que piensa como hubiera sido su vida, si desde un principio se le hablaba con la verdad. El adulto trata de reconfortar a la niña abandonada y la calma para decirle, «todo lo hicieron pensando en un bien para ti, deja de odiar, deja de vivir enojada«. Cree que regresando el tiempo podrá darse paz, pero el reloj no deja de avanzar. La sanación de sus heridas ya no dependen de sus padres, solo de ella. De integrar su abandono y su rechazo como parte de su día, seguir abrazando a la adolescente perdida y que esta marca no interfiera ahora con las creencias que le pasará a su descendiente.

Publicado por Flores Raras

Soy el tejido, soy la tejedora. Soy el sueño, soy la soñadora.

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